crítica

 

“EL VÉRTIGO Y LA SABIDURÍA DE VITERI EN SUS DIBUJOS”

Hay apuro. En esos cuadros hay apuro. Ideas, visiones, vivencias, sensaciones que fueron dictadas al paso por una inteligencia inquieta, angustiada, inconforme, a una mano que, con viejo oficio y aguzada sensibilidad, las recogió de inmediato y las llevó, con un pincel entintado de negro, al papel blanco.

Así, sin más.

Eso es lo sorprendente: que toda una vida esté sintetizada por un trazo, por una línea nerviosa, por una mancha colocada con un azar que no es azar: es incansable trabajo, es encuentro y es pasión.

Es, en síntesis: Viteri

El Viteri que a su hora transgredió la figura para después volver sobre ella en el desnudo y en el erotismo. El Viteri del abstracto y de la mancha que llegó hasta el collage y sus muñecas de trapo. Y los espacios. El Viteri de los símbolos. Y el Viteri de las obsesiones por lo popular, por lo mestizo. Por eso, en la exposición que está abierta en Art Forum, no hay nada gratuito. Hay, sí, mucho de espontáneo. Mucho. De esa espontaneidad cargada de sabiduría que permite, en un brochazo, sintetizar toda una larga trayectoria. Y sugerir. E, imaginando, invitar a imaginar.

La muestra es una sorpresa. Una sorpresa que, para el espectador, seguro que es la misma que fue para el autor cuando, frente al papel, vio el resultado de esa idea en blanco y negro que, de pronto, en un instante, solo intuyó y que, desde el más remoto rincón del subconsciente, el cerebro decidió dictar.

La mano fue la que tomó el dictado con una caligrafía viejamente propia, irrepetible, impetuosa.

Y de un grueso negror que, en ocasiones, se ve enraizado, acentuado, caracterizado por el sepia.

Todo es como una necesidad de volver a las esencias, con apuro. A la esencia de la forma, con apuro. A la esencia del dibujo, con apuro. A la esencia del riesgo, con apuro.

Viteri fue. Se jugó en solitario en su taller.

Y ahora se está jugando en cada espectador que va a mirar su muestra y ve allí hay una rapidez muy lenta, cuidadosa y largamente construida.

 

Francisco Febrés Cordero – Diario “HOY”, Quito, noviembre, 1990