crítica

 

“El dramático juego de grandes superficies planas, oscuras y angustiadas, pintadas con negros secos o brillantes, o blancas texturas niqueladas, en contraste con pequeñas figuritas estáticas, casi alegres, o más bien tristes, pero vestidas de múltiples colores nos dan la sensación del solitario paisaje y del hombre de estas tierras altas y frías, a más de 3.000 metros de altura. Espacios tormentosos envuelven a estos seres humildes, colgados de la nada.

Desgarrones sangrientos, telas que perdieron su blancura; negro sobre negro; rojo sobre rojo; periódicos de betuneros que al final del día sucios y antiguos; objetos inesperadamente aplastados en un espacio duro, son el mundo introvertido y sustancial que nos entrega este creador llamado Viteri.

Pero otra vez lo inesperado, estallidos de color, todo luz; sensaciones de plazas de pueblos andinos en días domingos, masas coloridas. Otro esquema, esta vez la de un ser extrovertido. Todo lo extremo, sin términos medios.

¡Qué mundo intrincado e inconstante el de un creador!”.

Oswaldo Guayasamín, 1973