OSWALDO VITERI

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SOBRE EL ENSAMBLAJE DE VITERI

 
| No creo equivocarme cuando afirmo que la primera imagen que nos atrapa frente a los ensamblajes de Viteri es la de muñecas de trapo, arpilleras y casullas encoladas sobre formatos generalmente cuadrados y cuya disposición a veces en arreglos más formales, más abstractos y de tendencia rigurosamente geométrica, y otras veces más gestuales y expresionistas nos conduce tarde o temprano sobre su extraña y singular naturaleza.
Viteri, que habría trabajado anteriormente en un llamado “expresionismo simbólico” y posteriormente en el abstracto gestual, hacia 1968 desemboca en una nueva búsqueda, tanto técnica como conceptual, cuyo resultado es el ensamblaje. La incorporación de objetos-iconos, de objetos-símbolo  -tomados de la cultura ancestral y popular, sobre todo del mundo andino, y portadores no sólo de significados sino de tiempos y espacios anteriores a la obra de arte- da lugar a un nuevo lenguaje, que en sí mismo desafía a la pintura. Podríamos decir, entonces, que el ensamblaje se distancia de ella para acercarse a la escultura, pero más bien que, a través de la dialéctica entre objetos, íconos, símbolos, pintura y espacio plástico, plantea un diálogo rico entre mito y memoria, pasado y presente, poesía e historia.
Conceptual y técnicamente, el ensamblaje se aparta del collage al enfatizar los aspectos constructivos sobre los compositivos, al dimensionar los aspectos conceptuales sobre los expresivos y al profundizar precisamente en los aspectos semiológicos de la significación, extrayéndola, de este modo, de la sola intuición. Así, casi premeditadamente, elementos plásticos, fragmentos y huellas de realidad muñecos, casullas, trozos de arpilleras, retazos de pintura se reconstruyen bajo la luz y la sombra de la obra de arte. Vuelven a significar, una y otra vez, sin perder, al mismo tiempo, su propia voz. Transformación irreversible para aquellos, para el arte, para nosotros mismos.
La investigación antropológica en el campo del folklore durante los años sesenta, imprime en los ensamblajes de Viteri un carácter contextual que lo aportan de las grandes tendencias respecto de los centros mundiales de cultura. Es más, los reafirman dentro de las nuevas propuestas, desde las periferias, cuya preocupación fundamental es la reivindicación de la identidad, de la particularidad respecto de un pasado y un presente únicos, pero sin dejar de asumir, al mismo tiempo, la innegable universalidad del lenguaje del arte. En este sentido, el concepto de mestizaje singulariza su obra, mestizaje o fusión que no sólo contempla los aspectos étnicos sino, sobre todo, los culturales e históricos a través del tiempo. Del mismo modo que el presente periférico, el propio ensamblaje es heredero de lo occidental y de lo nativo, de lo erudito y de lo popular; proviene del mundo sacro y del profano, viene de las muchedumbres y del hombre solitario, pero se funde en una nueva presencia, que tiene su color, su voz, su propio modo de ser.
Lo particular como lo universal, la permanencia y la transitoriedad, la simultaneidad y la individualidad son todos parte de la realidad contemporánea, latinoamericana, de la realidad del arte; y no son más que el continuo devenir de los procesos históricos, culturales, humanos, antes y ahora, en todas partes y aquí mismo. Muestran la paradoja de todos los mundos, de aquellos que se construyen sobre o debajo de las mismas paradojas de las conquistas, de la vida y del arte que son conquistas irreversibles también.
Estos ensamblajes de Viteri, a veces descarnados en su soledad reminiscente de los páramos andinos, unas veces negros  y otras veces rojos, a veces repletos de multitudes coloridas donde apenas asoma el cielo o donde u haz de luz ilumina a unos pocos, al centro, dentro de un cuadrado o un círculo perfectos…; estos ensamblajes otras veces rigurosamente geométricos, casi pre-colombinos, pero paradójicamente bordados de objetos barrocos, son la ruptura de la continuidad lineal y son la misma relativización del absoluto.
De allí su gran fuerza creativa e interpretativa. Sólo a través de la huella del fragmento, de esos fragmentos de realidad superpuestos, subyacentes, traslapados se restablece la continuidad de la memoria y de aquella totalidad sincrética que ha despojado al absoluto de su fuerza.
Estos parecerían ser los ensamblajes de Viteri, sólo parecerían ser…
“Esta es una obra que más que plantear evidencias, plantea sugerencias. Es una obra que tiene como objeto estimular la creatividad, la imaginación, la interpretación del espectador” (O. Viteri, 1996)

Ileana Viteri

Arquitecta Directora  / Viteri Centro de Arte

 

En una encrucijada del cielo me espera una casa con luceros, 160 x160cm, 1978